lunes, 2 de mayo de 2016

Mientras te embriagas poniéndole apellido a tu rebeldía, te quiero hablar de los rebeldes que yo aplaudo, esos rebeldes con la derrota, esos rebeldes con las circunstancias, esos pequeños héroes que día a día le ganan pequeñas batallas a la vida, a los que día a día trabajan y después de largas jornadas le roban un pedacito al día y estudian, porque ellos fueron los olvidados en las largas sesiones del congreso y pese a eso no esperan las migajas, a los que estudian con la plata que ganaron haciendo malabarismo en las calles, trabajando de albañiles, de garzones y no son pocos son miles y ahí están sin pedirles permiso a nadie, porque nadie los escucho cuando pidieron una breve oportunidad, a los que la maldita genética les arrebato las piernas o las manos, ahí están caminándolo todo, con firmeza toman las riendas de su destino y se alzan victoriosos, subiendo por las escalas de su propio olimpo. A las madres que solas se encargan de sus hijos, entre la pega, el metro y las injusticias, se las arreglan para abrazar a sus hijos y darles de comer cuchara a cuchara, arroparlos con bellas historias, cuando la noche debería cobijarlas en el descanso necesario. A los padres, que entre las monedas pudieron ser un café por la mañana o una merecida piscola después de una larga campaña en las trincheras oficinas, compran un juguetito para dar una sonrisa al terminar el día a la boca más amada, a la boca de un hijo. A los amantes pobres esos que contra la voluntad del sistema decidieron vivir en una pieza, para pelear con el arroz, los huevos y el jugo en polvo, pero amándose aunque el frio los haga temblar hasta que las caricias ardientes de la media noche, los lleven al más perfecto de los sueños, A los ancianos, que quedaron en el olvido del desarrollo y la torpe aspiración de los niños que de adultos los convirtieron en difusos recuerdos, pero ahí están firmes con las manos enroscadas y la memoria pendiendo de un beso, que les recuerda que el amor, es un buen motivo para cabalgar pese a la miseria que llega a fin de mes. A todos esos rebeldes con el destino, a todos ellos que se alzaron contra corriente, como salmones en los arroyos más secos de los días y ahí están siendo héroes de sus propias vidas, porque toda rebeldía es buena, pero la rebeldía de luchar contra el día a día, crea a los héroes por los que me pongo de pie y con lágrimas en los ojos, los aplaudo y les doy las gracias, porque cada vez que las noches me hacen flaquear, ahí están para recordarme que los cobardes están en otro lado, pidiendo disculpas o escondiendo la mano después de habérselo llevado todo.

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