lunes, 2 de mayo de 2016

Con la tierra mojada de testigo, con el aroma del temporal que se despide, debo reconocer que después de años, bajo los brazos apretados del orgullo, el mal parido orgullo. No sé quien encendió el fuego primero, quien disparo el primer tiro, antes de que todo lo construido se viniera abajo, aunque yo fui quien se llenó de sueños, cadáveres en las trincheras donde en algún momento hubo tierra fértil, para que las carreteras de la vida me llevaran directo a destino, ese que espere por años y que ya no está. Lo matamos, no puedo negarlo más, no sé si fui el culpable de toda esta tierra quemada, ni de las noches más oscuras de este trayecto, pero sin duda hoy quiero que lo sepan bien. Ambos tiramos la primera piedra, esa que desencadeno todo y todo fue grito, fue llanto, fue espesura, fue calambre y aquí estoy, viendo desde el balcón más sincero de todos, que este nuevo mundo que he construido, tuvo un hermano que deje atrás, como tantos otros, pero ese mundo lo destruimos los dos cuando disparamos la primera frase daga y lentamente cómo la chispa en el pastizal, todo ardió. Pero la vida, es vida y no se puede dar paso atrás, no puedo negar que hoy brindo y rio, pero amigas y amigos. Solo les quiero decir: Que es tan fácil sacar el dedo del gatillo, es tan fácil abrazar sin apretar, es tan fácil amar sin abrirle el paso a tempranos odios, es tan fácil dejar la piedra en el piso, aunque los motivos de lanzarla sobre el ventanal sean millones, no vale la pena. Porque después del primer balazo, vienen más y los besos muertos serán el peor de los castigos, amar es el puto verbo que hemos buscado toda la vida, entonces antes de odiar un poquito, amemos con ganas, que cuando se va, ya no hay vuelta atrás.

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