miércoles, 4 de mayo de 2016

Hoy tuve un día de mierda, en verdad fue malo, esos días que recuerdan lo frágil que es la felicidad como compañera, lo infiel que es la alegría, que de la noche a la mañana despierta de cama en cama y yaces ahí tendido mirando las esquinas donde se refugian las arañas, y algún recuerdo de cuando fuimos jóvenes, en esa época donde los atardeceres eran la tibia bienvenida a la noche que nos llenaba de besos y bellos excesos.
Hoy tuve un día muy malo, esos días donde ni el cachorro más torpe de los cachorros te mueve la cola y solo te acompañan los gritos y las malas palabras, que por alguna razón se clavan en la esquina superior derecha de la memoria interna y borra los archivos que pretendiste atesorar y que ya no están, solo quedan las huellas del vino en una camisa blanca que celebro algo que se fue después del ultimo brindis.
Hoy tuve un día malo y si llore, llore con ganas, porque la adultez nos enseña que cuando quieres llorar se llora, las chaquetas pesan, mientras pierdes la mirada en el centenar de cabezas que te acompañan en el metro con la frialdad de los anónimos, con la frialdad de los cuellos caídos frente a la pantalla estúpida, esa misma que hoy guarda silencio en mi bolsillo, porque en estos días la pena tiene mala prensa y cuando sientes esta pena espantas a los que te aman, y solo te quedas con un par de me gustas que llegan desde el pasado.
Hoy tuve un día malo, uno cargado de errores, porque estos malditos, nunca atacan en solitario y llegan uno tras otro, con las antorchas que iluminan las veredas, donde corren las advertencias, esas que no viste pasar y les cerraste las puertas justo cuando traían la voz de alerta, el grito justo antes de que te tropezaras con tus promesas y vieras como el concreto se azotaba con tu cabeza, sin misericordia después de escalar tan alto y creer que al fin la calma cabalgaba sobre el lomo de la vida, y te viste en el suelo mirando las pisadas de los días y los años que se van, sin mirar al costado.
Hoy tuve un mal día, pero no lo quiero olvidar, no quiero que desaparezca quiero que se mantenga ahí hasta que se convierta en piedra y lo pueda meter en esa vieja maleta que guardas bajo tu almohada, para recordar cada vez, que las temporadas sean de dulce miel, que los días malos están ahí siempre alerta, para recordarte que nadie dijo que esto iba a ser fácil, pero aquí estamos de nuevo, listos para mañana, para pasado mañana y todo lo que vendrá, porque la única gracia que tenemos los caídos, es que nos sabemos levantar y por la cresta que nos hemos tenido que levantar.

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